El Grupo Herce marca un hito en el sector inmobiliario español con la construcción de una torre de 17 plantas en Manhattan

La firma que lidera Francisco Rubio se convierte en pionera del sector al ejecutar un edificio sin contar con socios americanos

Colocar ladrillos en Manhattan se cotiza alto. Tan alto como el sinfín de rascacielos que pueblan el cielo del exclusivo barrio neoyorquino. Que se sepa ningún español lo ha conseguido sin contar con la complicidad de socios locales. O mejor dicho, ninguno lo había conseguido.

Una firma soriana se ha convertido en pionera al entrar sin complejos y en solitario en el mercado inmobiliario de Manhattan. El Grupo Herce acaba de construir un edificio de 17 plantas y cerca de 60 metros de altura en pleno corazón de la Gran Manzana, donde un piso de 140 metros ronda los tres millones de dólares, unos 2,3 millones de euros al cambio.

Este hito del sector inmobiliario español se eleva altivo y acristala- do en el 330 de la exclusiva calle 57, a cinco minutos del Rockefeller Center, archifamoso por su monumental pino navideño sobre una pista de hielo perenne.

Un puñado de metros al oeste, comparte calle con el edificio, del grupo que lidera Francisco Rubio, el Trump Building, un rascacielos descomunal propiedad de Donald Trump, el constructor mejor situado en el sector del ladrillo de la ciudad de ocho millones de habitantes y una de las grandes fortunas del planeta.

Todo empezó en los albores del siglo. El arquitecto soriano Cesidio del Rio, al que la amistad y el trabajo une al presidente de Grupo Herce, se dio de bruces, por casualidad, con un solar atrincherado entre dos edificios en la suntuosa zona residencial de Sutton Place.

Conocedor de Nueva York y de su tejido económico donde ha trabajado varios años, indagó un poco. «Llamé a Paco y le dije: ‘Esto es una locura, pero hay aquí un solar que igual podíamos hacer algo…». Al otro lado del teléfono, el de Soria reflexionó en silencio. Unos segundos fueron suficientes para meditar. «Quieto ahí, que cojo un avión y lo vemos», respondió deseoso de afrontar la ya rumiada internacionalización de Grupo Herce en sociedad con Cesidio.

Desde aquella conversación hasta la inauguración del pasado 12 de octubre, Día de la Hispanidad, han discurrido media docena de años y un laberinto burocrático de expedientes y licencias capaz de ridiculizar el modelo español.

«Aquí no puedes dar un paso sin tener en regla el rosario de licencias que van apareciendo en cada fase», detalla el arquitecto formado en Harvard y casado con una americana, mientras contempla orgulloso la fachada turquesa del número 330 de la 57 St.

La semana pasada una expedición de ejecutivos de las constructoras más pujantes del panorama español, impulsada por la Cámara de Comercio de Estados Unidos en España, aterrizó en Manhattan para sondear las oportunidades de negocio en la ciudad de los rascacielos y las grandes infraestructuras.

Dragados acaba de rubricar un contrato de 430 millones de dólares para construir junto a la estadounidense Judlau Contracting un túnel de siete metros de ancho a 40 metros de profundidad en la roca subterránea del este de Manhattan. Servirá para conectar con la centenaria y cinematográfica Estación Central el ferrocarril Long Island Rail Road.

Otro nombre imponente del gremio, FCC se ha llevado el gato al agua al conseguir, a través de su filial Cemusa, un polémico contrato de mobiliario urbano y publicidad, que incluye los primeros retretes públicos de la Gran Manzana.

Mientras, Landscape, filial del Bank Sabadell, y la inmobiliaria Espais, aspiran a concluir dentro de un par de años la construcción de una torre de 32 plantas que acogerá 122 apartamentos en la que han inyectado cien millones de euros.

Rubio y su equipo se han convertido en una avanzadilla del gremio español de ladrillo, desde la humildad y sin hacer ruido, con su edificio de apartamentos cuyo precio quita el hipo.

Si todo es vértigo en Manhattan no iba a ser menos el precio de los pisos. En la 57 el metro de las viviendas ronda los 16.000 euros. Los apartamentos que conforman la torre de Grupo Herce no están al alcance de cualquier nómina, ni siquiera de la mismísima Wall Street, el corazón financiero del universo.

Por algo más de un par de millones de dólares se puede adquirir uno de los apartamentos de las primeras plantas. Al tiempo que se alejan del suelo sube el precio hasta los 4,5 millones de dólares que pide la promotora por poseer el dúplex que integra las dos últimas plantas. Eso sí, con tres espléndidas terrazas desde las que adivinar la sky line entre un enjambre de hormigón y acero.

La entrada al edificio la configura un reluciente portal de piedras exóticas, madera y mármol, que ya da pistas sobre la hipoteca que se precisa para abrir las puertas de uno de los apartamentos. Pero el no va más es que el ascensor, generoso en materiales nobles, conduce directamente al salón de cada piso. No es habitual en todos los edificios. Es un síntoma de distinción como queda evidente en muchas películas.

Meter la paleta en las entrañas inmobiliarias de la ciudad de los rascacielos es tarea casi imposible para un foráneo que carezca de la carta de presentación de socios estadounidenses. Así lo reconoce el propio vicepresidente del Icex, Ángel Martín, quien elogió la valentía de Francisco Rubio al embarcarse en la compra de un solar a pesar de conocer la resistencia que ofrece Manhattan el sector extranjero. «Si cualquier actividad es sumamente difícil en Manhattan, en el ámbito inmobiliario esa dificultad se multi- plica», le detalló el representante del Icex al empresario soriano.

Fuente: Diario de Soria, 20 de octubre de 2006